
Los dos montes que protegen la playa de la Concha. No obstante cuando la mar está árbolada el oleaje es descomunal.

Edificios mirando a la ria de San Sebastian. Éllos y las aguas se demuestran su antigua amistad.

El pescador con su habitual paciencia a la espera de llevar algún pez a su casa. El día de la foto no era el más adecuado para que los peces picaran el anzuelo.
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